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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Adicción al 806 o a la consulta telefónica de Tarot


Aunque por regla general los consultantes son encantadores, un pequeño porcentaje de las personas que telefonean a los profesionales de estas líneas,  desarrollan una verdadera adicción a llamar al 806; puede que no sea un 806, llaman al número que sea donde encuentran que les atienden. Y cuando no consiguen la atención de la persona que les acomoda más, entonces llaman al primero que encuentran en la lista,  porque normalmente los adictos a la consulta tienen una larguísima lista de videntes, futurólogos, tarotistas, etc.

El público nos culpa a los consultores y se nos acusa de fomentar la adicción, pero la opinión pública se equivoca, no todos somos los “fraudulentos” que engatusan a la persona a través del teléfono ¡por favor! Tendríamos una enorme capacidad de seducción si lográsemos eso. La verdad de lo que sucede es que el adicto no nos deja ni a sol ni a sombra…Si. Hay momentos en que -a no ser que desconectemos el teléfono- no es posible eludirlo. Imaginad que además el adicto a la consulta también padece su “mono”, si nos negamos a atenderlo puede armar un auto sacramental. De hecho si permitiéramos que el adicto actuara libremente,  no tendríamos horarios de sueño, de comida, de descanso,  ni vida familiar, porque el adicto nos quiere a su merced, cuando quiere, a la hora que quiere y el tiempo que quiere.
Me diréis “cobráis por este servicio”… ¡solo faltaría! ¿No cobran los profesionales de otras prestaciones? Hasta la Iglesia cobra, y en realidad dudo de que los sacerdotes lleguen a escuchar en confesión todo lo que escucha alguien de mi sector.

El "tarotadicto" en su defensa acusará a profesional o al gabinete  de ser el inductor de su adicción.
No es del todo cierto. Si es verdad que puede haber profesionales sin excrúpulos que se aprovechen en algún momento, pero la teoria del fraude se cae ante la consideración de que un gabinete o un profesional con previsión para los números, es el primer interesado en no concederle su tiempo a alguien que tarde o temprano incurrirá en la morosidad; del mismo modo que una entidad bancaria no concede el crédito, un gabinete o un profesional se negará a prestar consulta a alguien de quien se sospecha incumplirá con el pago.

Algunas veces, algunos profesionales idealistas, por simpatía o por tontería,  intentan enmendar esa debilidad del tarotadicto escuchándole  -o hasta haciendo consulta- sin cobrar por el servicio, en la creencia errónea de que el tarotadicto (quien previamente se ha encargado de explicarle alguna historia suficientemente penosa al profesional de turno) se deshabituará y rectificará la dirección. Pero no, generalmente lo que hace este/a es dedicarse a llamar a otros: gabinetes, profesionales y cuando no, a algún amigo aficionado  al tema, el cual con muy buena voluntad cumple la función durante unas cuantas horas, hasta que se harta.

No es a mí a quien compete decir lo que se debería hacer ante este problema de adicción, porque es un problema real; sobre todo para las personas más cercanas al adicto, (que son normalmente quien tienen que hacerse cargo de las facturas del teléfono). En realidad se debería hacer una reflexión profunda de porque una persona prefiere acudir a la persona anónima que le escucha al otro lado de un teléfono, antes que a una persona que le es próxima y familiar.
¿Será porque en nuestra sociedad, llenas de móviles, redes sociales y sistemas para la comunicación, la persona no encuentra el modo de comunicarse? ¿Será que los profesionales de las terapias ortodoxas  carecen de la suficiente empatía como para llegar hasta el tarotadicto?
No se como le llamarán a esto los profesionales de la terapia ¿Compulsión comunicativa? Si deciden
aceptarlo entre la lista de patologías, tendrán que anotar ya de paso la "movilitis", pues también existe el adicto a los mensajes predictivos, y ese gasta más dinero todavía.

En fin, sirva todo esto para defender a los que formamos parte de la tropa de la profesión y explicar algo más sobre nuestro trabajo; y conste que a mi, ya lo sabéis, me da repelú que me digan eso de “vidente total”.