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miércoles, 28 de mayo de 2014

Es mi hombre por destino...o la mujer



He escuchado la frase tantas veces que empiezo a tener una tenue sensación de molestia, algo así como  de atragantamiento. 
En el momento que alguien me dice “es que me han dicho que es mi hombre por destino” ya me entran todos los males. Es una frasecita a la cual le tengo antipatía porque es como una sentencia fatal: Escuchar eso significa que alguien ha estado vertiendo en el oído de mi amable consultante una serie de ideas, despertando unas ilusiones, alimentando unas esperanzas basadas en… ¡la mayoría de veces no hay nada en que basar esas esperanzas!

Fulanita conoce a fulanito y se comunican preferentemente por mensajes. Se conocen por fotos de Face u otra red social.  Se vieron sólo dos veces en un margen de seis meses. Viven en dos ciudades separadas por kilómetros, a veces incluso se hallan en regiones o continentes distintos. Pero no importa,  el “vidente”, ya sea astrólogo o de otra mancia, ha decretado que son dos almas unidas especialmente (pasando por alto cualquier eventualidad “insignificante”, como la de que por ejemplo ambos estén casados con sus respectivos cónyuges) por un destino común. Y el/la consultante le ha creído. 

El o ella: “mi pareja por destino” puede aparecer a los 18 o a los 70 años, según lo decida el futurólogo;  pero no importa la edad porque es algo trascendente y seguramente fruto de un karma personal y hay que aguantar lo que te echen, aunque sea desmontar toda tu vida y marcharte a unos cuantos miles de kilómetros de distancia.


Siento romper las ilusiones de algunos pero, seamos realistas: pasados los 65 años, o menos edad, digamos los 40 años,  y cuando ya se tiene el sobrepeso de varios/as ex en el equipaje de parejas rotas, si convertimos al recién aparecido en el ser especial que por destino nos toca… ¿En que quedan convertidos los demás? ¿En apariciones fantasmagóricas?
Bien, ese es otro tema, una/o convierte a su pareja en “ex” precisamente por eso, por ser un/a fantasma y no cumplir las expectativas. No les llamemos ex fantasmales, llamémosles ex estropeados, experiencias malogradas; eso es lo que son,  intentonas de encontrar al hombre o mujer “por destino” (Este sino fatal nos la tiene bien jugada cuando llevamos ya media docena de ex colgando como un collar) pero TODOS y TODAS estuvieron en nuestro destino, forman parte de él.
Hemos crecido, madurado, evolucionado, y esperemos que aprendido, a partir de todos nuestros intentos erróneos. 
El último o la última no es el especial…quizá sea la guinda del pastel que corona una lista extensa de despropósitos sentimentales, o tal vez no, quizás es la maravilla que finalmente hemos encontrado, para felicidad de nuestro corazón, y de nuestro futurólogo de turno que acertó con la predicción. 

Pero no podemos culpar al destino de la carga de errores sentimentales que llevamos, porque tuvo la maldad de no presentarnos antes a nuestro hombre o mujer, es culpa nuestra y de nuestras erróneas elecciones.

Desde aquí, humildemente, quisiera hacer una llamada al sentido común de quien esté leyendo esto, tal vez en algún momento me consultó, o consultó a otros, es igual, el mensaje es el mismo: el hombre o la mujer por destino no existen. Aunque si quieres hacer que existan entonces tienes que admitir que todos/as a quienes conociste hasta ahora formaron parte también de tu destino y fueron especiales.
Atención: no digo que encontrar a ese ser especial no sea posible, solo que tenemos que tener bien ajustada nuestra capacidad de discriminar entre lo que es real y lo que es un sueño que nos están vendiendo.

Y en cuanto a los profesionales futurólogos, sea de la mancia que sean,  les pediría un poco de piedad: excitar la ingenuidad de un corazón ávido no es romántico,  sino que puede resultar devastador cuando el resultado de tu consulta es que tu cliente está proyectando dejar su vida, romper su matrimonio, abandonar su familia, el trabajo, tal vez su país. Todo por alguien que apenas conoce. 
Y todo porque alguien  le dijo que “era el alma gemela de su destino”.

Almas gemelas...¿de verdad?